Tal vez ya haya llovido mucho como para recordar aquella época en la que, para los jugadores europeos, la NBA no era más que una utopía. Ya pocos aficionados se acordarán de como un desconocido jugador búlgaro, Glouchkov, penetraba en 1985 la barrera que separaba los jugadores de baloncesto de las inalcanzables estrellas de la NBA. Duró un año. Luego llegó -para un año más tarde volver- el primer español, la leyenda blanca Fernando Martín, que buscaba disfrutar de una grata experiencia. Lo consiguió. Años más tarde, en el draft del 1989 llegaban dos jóvenes jugadores que habían maravillado en el mundo FIBA y jugando juntos en esa exquisita y pocos años después extinta Yugoslavia. Uno era un pivot de 2.12 con alma de pasador llamado Vlade Divac y otro era un base-escolta de 1,97 con alma y carácter de estrella, se llamaba Drazen Petrovic. Sus inicios y finales fueron muy distintos. Mientras Divac comenzó maravillando en los Lakers del “showtime” post-Abdul Jabbar, Petrovic se desesperaba viviendo a la sombra de Clyde Drexler para, dos años más tarde, levantar la cabeza jugando –y de qué manera- en los Nets. Mientras Vlade Divac tuvo una gran carrera en la NBA, un camión en un día lluvioso hizo que Drazen Petrovic falleciera, convirtiendo la estrella en leyenda. Ellos fueron pioneros.

 Tras ellos, las puertas de la NBA se abrieron para grandes estrellas/promesas europeas como Sabonis, Nowitzki, Parker o nuestro Pau Gasol. Arvydaas Sabonis jugó a un 50 por ciento de sus capacidades, ya que el otro 50 por ciento lo fue perdiendo en su camino entre quirófano y quirófano. Aún así, ese gigante tocado que dejaba con la boca abierta a cualquiera en su época dorada jugando para la Unión Soviética tuvo una gran carrera en la NBA. Dirk Nowitzki fue otro pionero en la NBA. Aquel esquelético y rubio alemán fue pronto calificado por la leyenda Celtic Red Auerbach como “el nuevo Larry Bird” y este puso todo su ímpetu para que acabara en la franquicia de Massachusets, pero los Dallas Mavericks se adelantaron por una posición en el draft, haciendo que el bueno de Red se tuviera que “conformar” con un tal Paul Pierce. Aquel 4 que la NBA no sabía si era un 4 móvil o un 3 alto se convirtió en la temporada 2006-2007 en el primer MVP europeo de la NBA. Otro pionero europeo fue el sofisticado base francés Tony Parker, que fue el primer MVP de las finales europeo, siendo el único jugador de la historia de los San Antonio Spurs en conseguir dicho galardón sin llamarse Tim Duncan. También, y por merecimiento total y absoluto, hay que destacar la figura de Pau Gasol, que ha sido el primer y único jugador español en conseguir un anillo y, además, por partida doble. No fue un pionero en nada, pero si fue mejor que otros que si lo fueron como, por ejemplo, el pivot italiano Andrea Bargniani, primer europeo en ser elegido como número 1 del draft.

Pero Vlade Divac y Drazen Petrovic no abrieron las puertas de la NBA de par en par solo para ellos, sino también para otros jugadores que, de haber jugado 10 o 20 años antes, jamás se hubieran imaginado en la NBA, por condiciones técnicas, físicas o madurez. Jugadores como Sasha Kaun, Sergio Rodríguez –este por cuestión de madurez- o Semith Erden. Por otra parte, otros jugadores europeos se cerraron las puertas de la NBA, jugadores con todas las condiciones para triunfar al otro lado del charco.  Jugadores del calibre como Nikos Gallis, que fue elegido en el draft del año 1979, Dejan Bodiroga, que enamoró con su juego todos los países que tuvieron un equipo capaz de convencerle para no abandonar Europa o Theodoros Papaloukas. El base griego puede ser considerado el mejor base de la historia que jamás haya jugado en la NBA, aún demostrando en las semifinales del Mundial de Baloncesto contra Estados Unidos en 2006 que podría haberlo hecho perfectamente. Ellos tuvieron el placer de las disfrutar con las Euroligas ganadas y  los premios individuales merecidos, hipotecando con estos la oportunidad de ser unos dignísimos jugadores en la NBA. Una posición más que respetable y que hace que pocos jugadores europeos que hayan jugado en la NBA los puedan mirar con gestos de superioridad. Tal vez solo los pioneros. O quizás ni ellos. Porque a los Kaun y a los Erden los mirán desde las alturas. Esta es la historia de unas piezas cambiadas. Algo que el mundo FIBA agradeció, puesto que sin jugadores de tal calibre tal vez no habrían disfrutado de momentos tan grandes. También la NBA debe agradecer la oportunidad de ver como algunos jugadores de la NBA han abierto sus puertas y conquistado sus galardones.

Vlade Divac y Drazen Petrovic hablando antes de un partido.

Antonio Ruiz, @AntonioRF8

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